martes, 9 de mayo de 2017

Adoración a la Virgen

La adoración a la Virgen, no tiene fundamentos bíblicos, entre los títulos otorgados a María la madre de Jesús, la encontramos como "la reina del cielo", "la madre de Dios", "la intercesora entre Dios y los hombres", "la inmaculada" etc.
Respetamos y reconocemos los evangélicos a María, como una mujer bienaventurada, piadosa y escogida de Dios, para concebir del Espíritu Santo al salvador, siendo virgen, no conociendo varón.
María fue escogida para que Jesús se manifestara en carne en este mundo, Dios, el verbo hecho hombre.
Lo que no podemos hacer es brindarle adoración, ni a ella ni a ninguno de los santos, ni siquiera podemos adorar a los ángeles, ya que ellos mismos, no admiten adoración:

"Yo me postré a sus pies para adorarle, y el me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús, ADORA A DIOS..." (Apocalipsis 19:10)
"Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas: Y después que las hube oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas. Pero el me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro: ADORA A DIOS" (Apocalipsis 22: 8-9)
Si María pudiera expresarse, nunca aceptaría adoración, el único digno de ser adorado es Dios, y como María era una muy buena sierva de Dios, no lo permitiría nunca.

Para constituirla "La reina del cielo", de alguna manera que la biblia no relata, la hicieron resucitar y ascender a los cielos como Jesús, ella, como todos los santos aguardan la resurrección, que será en el arrebatamiento de la Iglesia (1 Tesalonicenses 4:13-15)
También la declararon eternamente virgen, algo imposible, ya que ella tuvo un parto al dar a luz al Señor, las mujeres después de parir ya no son vírgenes, además de algunos textos reveladores como:

"Y despertando José del sueño, hizo como el ángel le había mandado, y recibió a su mujer. Pero no le conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre Jesús" (Mateo 1:24-25)